Trastornos de la personalidad

– Trastorno paranoide de la personalidad: El trastorno paranoide de la personalidad es un trastorno de personalidad caracterizado por un patrón de desconfianza y suspicacia general hacia los otros, de forma que las intenciones de estos son interpretadas como maliciosas. Este patrón empieza al principio de la edad adulta y aparece en diversos contextos.

Los individuos con trastorno paranoide de la personalidad piensan que los demás se van a aprovechar de ellos. Si alguien, por ejemplo, saluda a una persona con este problema, inmediatamente éste pensará que el que le saluda «quiere o trama algo». Tienen dudas injustificadas sobre la «lealtad» de sus amigos o la fidelidad de su pareja, y les cuesta aceptar que se equivocan. Aparentan ser fríos, pero en realidad sólo es un intento de evitar que los demás conozcan sus puntos débiles y puedan aprovecharse de ello; son muy rencorosos, y nunca olvidan un insulto o una crítica.

– Trastorno esquizoide de la personalidad: Los criterios para el trastorno esquizoide de la personalidad son:

  1. Un patrón general de distanciamiento de las relaciones sociales y de restricción de la expresión emocional en el plano interpersonal, que comienza al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos, como lo indican cuatro (o más) de los siguientes puntos:
  2. Ni desea ni disfruta de las relaciones personales, incluido el formar parte de una familia
  3. Escoge casi siempre actividades solitarias
  4. Tiene escaso o ningún interés en tener experiencias sexuales con otra persona
  5. Disfruta con pocas o ninguna actividad
  6. No tiene amigos íntimos o personas de confianza, aparte de los familiares de primer grado
  7. Se muestra indiferente a los halagos o las críticas de los demás
  8. Muestra frialdad emocional, distanciamiento o aplanamiento de la afectividad

– Trastorno esquizotípico de la personalidad: El trastorno esquizotípico de la personalidad (TEP) no se debe confundir con la esquizofrenia. Las personas con TEP pueden tener creencias y comportamientos raros, pero, a diferencia de las personas con esquizofrenia, no están desconectados de la realidad y por lo general no tienen alucinaciones. Asimismo, tampoco tienen delirios.

Las personas con TEP pueden estar muy perturbadas. También pueden tener preocupaciones o miedos inusuales, como el miedo a ser vigiladas por las agencias gubernamentales.

Más comúnmente, las personas con este trastorno se comportan de forma extraña y tienen creencias inusuales (por ejemplo, en extraterrestres). Se aferran a estas creencias tan fuertemente que tienen dificultad para establecer y mantener relaciones cercanas.

Las personas con TEP también pueden tener depresión. Un segundo trastorno de la personalidad, como el trastorno de la personalidad paranoica, también es común.

Los signos comunes del trastorno esquizotípico de la personalidad son: 

  • Incomodidad en situaciones sociales
  • Manifestación inapropiada de sentimientos
  • Ausencia de amigos cercanos
  • Comportamiento o apariencia extraños
  • Creencias, fantasías o preocupaciones extrañas
  • Habla extraña

– Trastorno antisocial de la personalidad: El trastorno de personalidad antisocial (TPA), a veces llamado sociopatía, es una patología psiquiátrica, las personas que la padecen pierden la noción de la importancia de las normas sociales, como son las leyes y los derechos individuales. Si bien puede ser detectada a partir de los 18 años de edad, se estima que los síntomas y características vienen desarrollándose desde la adolescencia. Antes de los 15 años debe detectarse una sintomatología similar pero no tan acentuada, se trata del trastorno disocial de la personalidad.

Las personas que padecen este trastorno sufren un mal de índole psiquiátrico, un grave cuadro de personalidad antisocial que les hace rehuir las normas preestablecidas; no saben o no pueden adaptarse a ellas. A pesar de que saben que están haciendo un mal, actúan por impulso para alcanzar lo que desean, cometiendo incluso delitos graves. Es común que se confunda este trastorno con otras patologías parecidas, como podrían ser la conducta criminal, la antisocial o la psicopatía. Pero son trastornos, aunque relacionados, de diferentes características, con otros tratamientos y consecuencias.

– Trastorno límite de la personalidad: Las personas con este trastorno a menudo presentan incertidumbre acerca de quiénes son. Como resultado, sus intereses y valores pueden cambiar rápidamente. También tienden a ver las situaciones en términos extremos, o todo es bueno o todo es malo. Sus puntos de vista sobre otras personas pueden cambiar rápidamente. Una persona que luce admiradora un día puede lucir despreciativa al siguiente día. Estos sentimientos súbitamente cambiantes a menudo llevan a relaciones intensas e inestables.

Otros síntomas de este trastorno abarcan:

  • Miedo intenso de ser abandonado
  • Intolerancia a la soledad
  • Sentimientos frecuentes de vacío y aburrimiento
  • Manifestaciones frecuentes de ira inapropiada
  • Impulsividad, como con el consumo de sustancias o las relaciones sexuales
  • Crisis repetitivas y actos de lesionarse, como hacerse cortes en las muñecas o tomar sobredosis

– Trastorno histriónico de la personalidad: La gran finalidad de una persona histriónica es no pasar inadvertida, causar sensación allá por donde vaya. Depende en exceso de experimentar la vivencia de ser importante, pareciendo entonces que pueda tener una sólida autoestima, aunque esto no es así en tanto necesita reafirmarla con sus demandas constantes de atención. Es como los niños que se portan mal o que hacen «actuaciones» cantando o bailando con el único fin de atraer la atención de los adultos. 

Efectivamente, los histriónicos están obsesionados con llamar la atención, hasta el punto de que se encuentran aburridos cuando están solos y desmoralizados si no consiguen atraer el interés de los demás. Obviamente, están curtidos en estas artes y se las saben arreglar para provocar y conseguir sus intenciones: o bien buscan deliberadamente llamar la atención con sus gestos y forma de vestir inapropiada o seductora, o bien se muestran exagerados en su forma de hablar o en sus historias. Son expertos en la teatralidad, en la manera de convertir un hecho trivial en un acontecimiento enormemente relevante con sus tergiversaciones. «Inflan» las historias para así ganarse la atención de los demás, imprimiendo también entonaciones teatrales y una manera de relatar los hechos muy afectada. Como es lógico, la vida cotidiana de por sí no tiene los suficientes elementos como para llamar la atención de los interlocutores, por lo que el histriónico se ve obligado a distorsionar las cosas bien en su contenido o bien en la forma de relatarlas.

– Trastorno narcisista de la personalidad: Los narcisistas son personas que no aparecen demasiado por las consultas pero sí están bastante presentes en la vida pública, sobre todo en los medios de comunicación. Todos podremos pensar en artistas, cantantes, actores, intelectuales o presentadores de televisión, por ejemplo, a los que se les ha subido el ego en exceso. Una cosa es pensar que alguien despunta en algo concreto (por ejemplo, un futbolista en la práctica del fútbol) y otra muy diferente es deducir de este hecho que la persona ya es más importante que otras. Esta es al verdadera esencia del narcisismo: estar plenamente convencido de que uno mismo es más válido y superior que otras personas, incluso de la mayoría o de la totalidad. El narcisista no ve a nadie por encima de sí mismo, sin embargo ve a muchísimos por debajo, pero no ya en el terreno en el que despunte, sino como persona en general.

Son individuos con una autoestima muy consolidada, muy sólida, en contra de lo que vulgarmente se dice. Esto no les hace mejores personas, porque a nivel interpersonal su funcionamiento es penoso. Esto no tendría por qué ser así, porque alguien puede pensar que es «el rey del mambo» pero no necesariamente ha de menospreciar a los demás; no obstante, lamentablemente es así. La cuestión es que el narcisista precisa considerarse en un plano superior a los otros porque no los soporta, porque se ha desvinculado afectivamente de ellos.

– Trastorno de la personalidad por evitación: Es un trastorno caracterizado por una “fobia social” crónica y generalizada que se experimenta en la gran mayoría de situaciones con otras personas, y mucho más si no se tiene la suficiente confianza con ellas. Además, como en cualquier otro trastorno  de la personalidad, este problema tiene que surgir desde casi siempre, especialmente desde la juventud o el principio de la edad adulta.

Los miedos que aparecen en este problema son de tipo interpersonal, de manera que a la gente se la considera peligrosa, ofensiva, rechazante y devaluadora, continuamente pendiente de uno mismo para detectar posibles fallos o meteduras de pata. Por esta forma de concebir a los demás, el individuo evitador está en una situación de alarma constante, temeroso cuando está en presencia de los otros y relajado cuando está solo, aunque esté triste por sentirse aislado, frustrado afectivamente. Esta sensación de alarma deriva en una ansiedad social que se nota por el comportamiento inhibido de estas personas, como si se intentaran esconder cuando están con otras o incluso en plena conversación. No mantienen la mirada, contestan con monosílabos, prefieren escuchar a hablar, se muestran incómodos, etc.: son individuos que temen las interacciones porque consideran a los demás superiores y a ellos mismos como inferiores,  como si no tuvieran suficiente valor o nivel como para tratar con el otro. Por esta sensación arraigada, piensan que los demás pueden notar su supuesta inferioridad o incluso burlarse u ofender de alguna manera.

– Trastorno de la personalidad por dependencia: Problema basado en la necesidad que el sujeto tiene de otras personas en forma de “enganche” a éstas. Dicha necesidad es puramente práctica, instrumental; es decir, el sujeto se considera indefenso y poco capacitado ante la vida y precisa que los demás les saquen las castañas del fuego.

Las personas con trastorno de la personalidad por dependencia son muy indecisas porque no saben cuándo van a meter la pata: confían muy poco en sus posibilidades y recurren siempre a los otros para preguntarles cosas, pedirles consejo o rogarles que les acompañen o que hagan gestiones por ellas, por ejemplo.

Suele tratarse de gente que ha sido muy sobreprotegida desde pequeños, creando en ellos la sensación de que no saben valérselas por sí mismos, con la lógica indefensión ocasionada. No es menos cierto que la persona con dependencia se aferra cómodamente a su rol y continúa perpetuando esta sobreprotección de los demás, enganchándose a ellos para así afrontar las exigencias de la vida.

En este trastorno de la personalidad aparece el miedo en forma de temor al abandono, temor a la soledad no por motivos afectivos, sino por no saber arreglárselas ante las diferentes situaciones. Para evitar este abandono, harán cualquier cosa obedeciendo a sus miedos y a su dependencia.

– Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad: En principio, no tiene nada que ver con el famoso trastorno obsesivo-compulsivo o «TOC»; de hecho, para evitar confusiones, en la otra clasificación de trastornos mentales que existe (la CIE-10, de la Organización Mundial de la Salud) a este problema le llaman “trastorno anancástico de la personalidad”. No obstante, sí es frecuente que en una misma persona coincidan ambos trastornos, aunque no necesario, ni mucho menos.

La personalidad obsesivo-compulsiva o anancástica se distingue por su extrema rigidez, por estar continuamente sometida a horarios, planificaciones y normas no pudiendo salirse de las mismas y sintiéndose muy mal si no se adapta a ellas. Por ejemplo, la rigidez puede llegar al extremo de que si a las dos es la hora de comer y se está acabando una tarea, la persona se encontrará en un conflicto brutal entre terminar algo que ha empezado y comer a la hora correspondiente, sin poder tener la flexibilidad de comer diez minutos más tarde. Este conflicto cursará generalmente con miedo, sensación muy habitual en la persona con este trastorno de la personalidad por su continua autoobservación y rigidez.